Solo existe algo, de todo lo que el hombre pierde, que si se deja escapar no se recupera: el tiempo.
Por esto cada minuto es precioso y exige que le rindamos culto y lo midamos con celo.
Así de intensa es la mística que origino la existencia misma de esas piezas que pueden ser obras de arte, símbolos de status o ser grandes complementos de estilo.
Pero un reloj es mucho más si se trata de un Rolex. El arte de la relojería es una sinfonía de precisión a la que relojeros, diseñadores, engastadores y químicos, contribuyen con su saber y su maestría.
Hacia 1926, la firma Rolex revoluciono la industria con el primer reloj hermético a prueba de polvo y agua. En 1931, Rolex patento un mecanismo automático con el rotor perpetual que permitía darle vuelta al reloj con el movimiento de la muñeca.
Un Rolex es también inmune a los campos magnéticos y es diez veces más resistente a los golpes. Pero este es un universo donde la belleza es tan importante como la perfección técnica y he aquí que la colección Datejust Lady 31mm es una fantástica conjunción de diamantes, oro y acero. Las piezas estrella llegan con entre 24 y 46 brillantes. Es solo con Rolex que hasta el tiempo se recupera.
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